Por Marjorie Naranjo C.
Se preguntan ¿qué es la música? ¿qué se siente con ella? Yo les digo que la música es una manera de vida, es una forma de respirar y de sentir la más bella libertad. Entre paredes pintadas de café claro combinadas con una tela verde oscuro y otra pared de color salmón es en donde la música y yo tuvimos la más íntima conexión. Y es que este arte se produce hasta en el más insólito lugar, en este caso, en una sala de ensayos en donde el tiempo y cada nota musical habían corrido hasta la más mínima gota de pintura.
Unos pocos platillos dorados rotos en la pared me hicieron sentir nostalgia, añoranza por los momentos en los que estuve muy ligada a la música. O tal vez, fue ese olor húmedo de las alfombras viejas que cubrían el moderno piso. O cada instrumento musical situado en el lugar correcto; en la esquina derecha, la batería; en frente, el bajo; al lado izquierdo, la dos guitarras.
Una mezcla de emociones recorre mi cuerpo, veo los rostros de alegría de cuatro chicos reflejados en el espejo. Su estatura era mediana, tenían ojos marrones, cabello negro y castaño. Eran completamente diferentes, tenían algo especial, un brillo en sus ojos y manos llenas de melodías, llenas de letras de canciones. La música sale de cada fibra de su ser, cuando tocan, cada parte de su cuerpo se va conectando en cada compás. Es como un proceso mágico, primero su cuerpo se balancea al ritmo de la canción, sus miradas de complicidad se hacen una sola, toman una fuerte bocanada de aire, buscan sus ojos y empiezan a tocar; es el momento más íntimo de ellos, solo en ese preciso instante se complementan. Verlos te hace viajar a otro mundo, a otra dimensión, quieres alcanzarlos, pero no hay forma; el tiempo pasa más lento, se pierden en cada nota musical y sin darte cuenta tú te pierdes con ellos. La guitarra, el bajo y la batería te envuelven en el éxtasis más profundo, hablan por sí solos. Sientes recorrer por tus venas esa libertad de la música, respiras un nuevo aire, te sientes vivo.
Durante ese momento tan especial, veo gotas de emoción cayendo de sus frentes bajando por su cuerpo, cada una de ellas peleando por llegar hasta la muñeca, la palma, los dedos hasta alcanzar las cuerdas de la guitarra y del bajo. El piso vibra como un corazón con sus pálpitos, me hace perder pero me trae de vuelta. Así es como la música se conecta tanto con el ser humano, se convierte en un remedio de males, combate la tristeza con suaves melodías y sientes esa tan ansiada libertad en cuatro paredes.